Discernir los pensamientos
Objetivo
Comprender que el combate es contra “los pensamientos” que están dentro de nosotros.
Experiencia
Muchas veces queremos bajar de la mente al corazón, ir adentro, pero cuando llegamos allí lo vemos lleno de multitud de pensamientos, sentimientos confusos, etc. No sabemos qué hacer con ellos.
El maestro de hoy
Seguimos escuchando al Abbá -padre espirittual- del siglo IV, Macario el Grande. El fue un gran maestro para sus monjes, pero también para laicos que acudían a él.
Macario advirtió a sus discípulos:
El que quiera encontrar la paz del corazón deberá combatir. Pues, el alma, bajo el peso del pecado, avanza como a través de un campo lleno de maleza y zarzas. Aquel que quiere atravesarlo tiene que tomar la penosa tarea de abrirse paso a la fuerza. Así sucede con los pensamientos que envuelven al alma. Es necesaria una esforzada atención del espíritu para reconocer los pensamientos que vienen del enemigo y apartarlos.
En primer lugar, recuerda que los padres espirituales usan el término “pensamientos” (en griego logismoi, que literalmente significa “palabritas”) para sintetizar todo tipo de movimientos malos, ya sean ideas, sentimientos, inclinaciones, etc., que están dentro de nosotros. Parece evidente, pero es importante subrayar que no todo lo que hay dentro de nosotros es bueno. Por eso Jesús nos enseña: “Del interior del hombre es de donde salen las malas acciones”. Nuestra naturaleza ha sido transformada, somos criaturas nuevas, pero en nosotros convive un “okupa”, el hombre viejo con sus pasiones. No es nuestra verdadera identidad. Es más externo a nosotros de lo que nos creemos, pero debemos conocerlo, contar con ello, comprender sus dinámicas y combatirlas. Pero para ello debemos comenzar por aceptar el combate. Por ejemplo, me levanto y siento cierta pesadez por ese día que comienza -se le suele llamar “tedio”-. Normalmente, intentamos no hacerle caso, tener una actitud positiva. Otros, más reflexivos, quizás empiezan a darle a vueltas: «¿por qué me siento así? ¿Qué estoy haciendo mal?».
Macario nos explica que éste es el punto de partida normal. Es decir, el de un “pensamiento” que viene, sin razón aparente, y quiere movernos, llevarnos hacia una actitud. Los padres espirituales le llaman “primer movimiento”. Es inconsciente e involuntario y, por lo tanto, es absurdo entristecernos de tenerlos. Sin embargo, tienen el poder de arruinar un día entero, si no tenemos la sabiduría de reconocerlos, y la humildad de aceptar que somos vulnerables a ellos. Es verdad, son muy molestos, pero son también la oportunidad -nada más comenzar el día- de suplicar al Señor, de volver nuestra mirada hacia Él: “¡Dios mío ven en mi auxilio! ¡Señor, socórreme!”.
Estos padres del desierto dirán que esto se repite a lo largo del día, muchas veces, y cuantas veces sintamos una animadversión hacia un compañero de trabajo, una irritación en el atasco, una sugerencia impura, el recuerdo de una ofensa, etc., todas estas tentaciones se convierten en nuestro mejor aliado para despertarnos de la verdadera tentación que es el olvido de Dios. Esa es la verdadera enfermedad silenciosa que nos mata el alma sin notarlo. Los “pensamientos” que nos incomodan nos prueban, nos hacen sentir nuestra impotencia, y aunque nada de eso viene de Dios directamente, sino de lo que Macario llama “el peso del pecado” que está en nosotros, sin embargo el Señor a nuestro lado, lo usa, como el estiércol para hacernos crecer, si nos dejamos llevar por la invitación del buen espíritu, que nos sugiere:
“Acude a Dios, pide el Espíritu, pide su fuerza, no luches solo, no temas, no te rebeles, entrégalo, confía y combate. El Señor está forjando en ti un guerrero, un hombre, una mujer de Dios”.
No dudes en acudir en ese momento a María, a tu ángel, a tus santos amigos. Aquí hay una clave en la que pocos se deciden a entrar. Hacer el esfuerzo del discernimiento por amor a la verdad, por deseo de “en todo amar y servir a Dios, nuestro Señor”, como dejó magistralmente enseñado san Ignacio en sus Ejercicios espirituales, en los que están recogidas todas estas enseñanzas.
Él explica, por ejemplo, que también hay buenos pensamientos dentro de nosotros. Distinguir los “pensamientos” que vienen del buen espíritu y del mal espíritu es un arte, y de él hablaremos más adelante. Ahora, esta semana, se trata de dar este paso “mental”, convencerte de que es imprescindible identificar, discernir, elegir cuáles seguir y cuáles rechazar. Si tienes dentro algo que no sabes si viene de Dios o de las tinieblas, un método sencillo es imaginar que estás, como un vigilante, en la puerta de tu corazón; llega el “pensamiento” y quiere entrar, normalmente sin pedir permiso. Ponte firme en tu puesto y dile “¡Alto! Primero tengo que interrogarte…”. Puedes preguntarte: ¿a dónde me lleva este “pensamiento”? ¿Qué efectos produce en mí? ¿Qué frutos quedan en mí después de un rato dejándolo estar en mí? Si ves que te lleva a amar más a Dios, que produce ánimo, ganas de entregar la vida, esperanza, etc. ¡Adelante, es un pensamiento amigo! Pero si, aunque venga acompañado de todo tipo de razones, te lleva a darte vueltas a ti mismo, deja en ti tristeza, desesperanza, enfría tu amor a Dios, etc. ¡No le dejes pasar de ningún modo! Él forcejeará y aquí comenzará todo un combate. Hablaremos de formas de combatir más adelante. Ten paciencia, estos primeros capítulos nos están sirviendo para definir el enemigo, el campo de combate, sus estrategias. Un antiguo libro chino llamado El arte de la guerra dice que las batallas se ganan o se pierden en la seriedad con que uno decide hacer los preparativos.
Paso para esta semana
El paso que hoy puedes dar es tomar esta decisión delante del Señor: “Señor, dame sabiduría para saber mirar mi interior y distinguir los pensamientos amigos de los enemigos, los que me hacen bien de los que me hacen mal. Dame, también, la humildad, para tomar la decisión de ponerme a la puerta de mi corazón como un centinela y pedirte la fuerza: yo solo no puedo, pero sé que cuento con tu Gracia. Tú estás conmigo”.
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