Sobre las negaciones de Garabandal
Saltaba hace unas semanas en El Mundo la entrevista a José Olano, sacerdote, sobre las negaciones de Garabandal. La noticia, que no es nueva, se presenta aparentemente como un golpe definitivo a unas apariciones que llevan décadas en un terreno incierto: por un lado, el del arraigo popular, la devoción ininterrumpida y sólida, llena de testimonios y frutos de conversión; por otro, el de la prudencia de la propia Iglesia, que siempre se mantuvo en el pronunciamiento de “la no constatación de sobrenaturalidad”.
José Olano, en dicha entrevista, refiere unas conversación con Conchita en las que ella misma supuestamente le confiesa “que todo lo de las apariciones había sido un invento de ellas, de ella sobre todo como protagonista principal”. Lo mismo afirma acerca del milagro de la eucaristía, el conocido “milagruco”, denominado así por la propia Conchita, en contraste con el gran Milagro que se presenciaría en los Pinos. ¿Se trata por tanto de un engaño de dimensiones colosales? ¿Ha podido la ingenuidad de unas niñas servirse de la fe del pueblo para perpetuar una mentira de estas características?
El fenómeno de las negaciones, como queremos mostrar aquí, lejos de resolver de manera precipitada el “juicio” acerca de la veracidad de las apariciones, nos introduce en un terreno paradójico en el que la atención y la humildad cumplen un papel fundamental.
«Quien tenga oídos para oír, que oiga». Cuando quedó a solas, los que le seguían a una con los Doce le preguntaban sobre las parábolas. Él les dijo: «A vosotros se os ha dado el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas, para que por mucho que miren no vean, por mucho que oigan no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone» (Mc 4, 9-12).
Lo mismo que con las parábolas -que muestran y esconden a la vez-, hechos y sucesos importantes -como los que queremos examinar- ponen al descubierto una importante batalla dentro del corazón, en la que algunas decisiones ya han sido tomadas y otras solo se podrán aclarar custodiando una actitud de vigilancia y espera.
Señalamos a continuación algunos hechos y observaciones que puedan servir de contraste y reflexión y que, a mi modo de ver, es necesario tener en cuenta para redimensionar las palabras de Conchita:
1) La presión sobre las niñas
Es conocida la presión a la que fueron sometidas las niñas. No solo en el sentido social (presencia de miles de personas en el pueblo, lógica sospecha en múltiples lugares y momentos) sino también a través de las autoridades eclesiásticas, que de modo explícito animaban su propia negación, fomentaban entrevistas exageradas o aludían a amenazas de excomunión; incluso llegaron a condicionar la confesión -sacramental- al testimonio negativo de las niñas sobre las apariciones. “Mons. Puchol también entrevistó a Loli y Jacinta los días 2, 7, y 27 de septiembre y el 11 de octubre; Jacinta dijo que “si no negábamos, nos dijeron que nos descomulgaban” (Silencio en Garabandal, Santiago Mata, 2018). Los padres de las niñas no firmaron las negaciones. Jacinta fue la primera en retractarse de las suyas, seguida de Conchita (Navidad de 1966), Loli y Mari Cruz” (El Español digital).
El Padre Eusebio García de Pesquera recoge las palabras que dirigió el Dr. Piñal a Conchita, después de que esta quisiera volver a Garabandal, huyendo de las comodidades que le habían prometido en Santander, con el propósito de alejarla de todo cuanto había sucedido: “No sé cómo eres tan tonta queriendo volver al pueblo, aquí serías una señorita. Como te empeñes en hablar de las apariciones serás una desgraciada, porque te declararemos loca y te encerraremos en un manicomio. Y tus padres irán a la cárcel…”. Añado una cita de mucha relevancia que amablemente me ha sugerido el padre José Luis Saavedra, experto en las apariciones de Garabandal, del libro de José María Zavala, Los últimos tiempos ya están aquí. Habla Jacinta:
Fuimos al Obispado a negar las apariciones porque yo no quería dejar de comulgar. Recuerdo que, justo antes de cometer tan grave error, yo advertí a los que estaban allí conmigo: Aunque sea mentira, voy a negarlo.–¿Quién te dijo que no podías comulgar?–Don José, el sacerdote que había en el pueblo entonces… ¿Cómo no nos íbamos a asustar si el sacerdote del pueblo nos negaba la comunión? (p. 64).
¿Qué efecto puede tener todo esto en unas niñas y adolescentes? ¿Se les podría exigir en estas circunstancias una firmeza y claridad constantes? Es evidente que no.
2) Las palabras de la propia Virgen.
Mari Loli lo expresó así en 1977 al diario Cántabro: “Nos llenaron de dudas y llegamos a negar. La Virgen así nos lo había anunciado, nos dijo que negaríamos lo que habíamos visto, pero yo ahora estoy segura de que aquello fue real”. La Virgen les había anticipado este momento de duda y oscuridad: “También, en otra ocasión, yo oí lo de las negaciones. Me habían dicho ellas que tenía que llegar el día en que lo iban a negar. Y entonces le decían ellas a la Virgen: – ¿Cómo vamos a negar que te hemos visto si te estamos viendo ahora?; ¿Cómo será posible que lleguemos a negarlo? Eso, yo lo oí” (Testimonio de Miguel Ángel, hermano de Conchita). Muchos testigos dan cuenta de este diálogo de las niñas durante una de las apariciones. Esta espontaneidad emerge como una prueba implícita, tanto de la veracidad de las apariciones como del aspecto misterioso de las propias negaciones. Es evidente que las vacilaciones o negaciones aparecerían a ojos de cualquiera como una prueba evidente de la falsedad de las apariciones, y sin embargo, es necesario atravesar esta apariencia. ¿Por qué unas niñas que se están inventando un fenómeno de estas características aludirían a sus propias negaciones? Correspondería más bien a un plan absolutamente inverosímil. Dichas palabras, más bien, aportan luz, y son capaces de sostener a las propias niñas en los momentos de prueba. Aún así, este fenómeno de la contradicción interna y externa iba a estar presente no solo en los compases iniciales de las apariciones sino que también queda anticipado como un límite necesario, como una circunstancia inevitable, particularmente importante para acontecimientos futuros:
Quiero decirte, Conchita, que antes del Milagro sufrirás mucho, pues habrá pocos quienes te crean; tu misma familia creerá que les has engañado. Todo esto lo quiero Yo (ya te lo he dicho), para tu Santificación, y para que el mundo cumpla el Mensaje. Quiero prevenirte que el resto de tu vida será un continuo sufrimiento; no te acobardes, en el sufrimiento, estoy Yo y María, a quien tú tanto quieres (Locución de Nuestro Señor Jesucristo a Conchita, 13 de febrero de 1966).
Lo mismo afirmó el Padre Pío, en la conocida carta a las niñas, el 3 de marzo de 1962: “No creen en vosotras ni en vuestros coloquios con la blanca Señora pero creerán cuando sea demasiado tarde”.
3) Claridad y penumbra
¿Es posible que ante acontecimientos de este tipo sea razonable llegar a dudar interiormente? ¿No debería tratarse más bien de un terreno perfectamente iluminado, ajeno a toda duda e incertidumbre? ¿Es razonable que pueda darse un momento de penumbra o esto excluiría automáticamente cualquier pretensión de veracidad?
a) Múltiples fenómenos.
En muchas ocasiones se aborda con superficialidad el desenvolvimiento psicológico y existencial que tiene para los videntes el fenómeno de las apariciones. Cuando se habla de “apariciones” se tiende a reducir la complejidad y riqueza de lo manifestado. Se alude normalmente a “apariciones” entendidas como una presencia en “carne y hueso” o, al menos, como una figura divina o supernatural, suficientemente clara como para aceptar que ha irrumpido en el horizonte de lo sensible. Sin embargo, en el fenómeno de las apariciones, si nos atenemos a Garabandal como ejemplo, acontecen otros matices o elementos que sería necesario revisar cuidadosamente. En primer lugar, las videntes dieron cuenta de un “estruendo”; a continuación de la aparición del arcángel San Miguel, que anticipaba la presencia de la Virgen, que terminó por hacerse visible en miles de ocasiones. Esta es la razón por la que Pablo VI, en audiencia con el Padre Escalada S.J., afirmó que la de Garabandal «es la historia más hermosa de la Humanidad desde el Nacimiento de Cristo. Es como la segunda vida de la Santísima Virgen en la tierra, y no hay palabras para agradecerlo«. Pero además de ello, las niñas tuvieron llamadas interiores, que anticipaban la presencia de la Virgen y que describían como tres momentos, de creciente intensidad, de convencimiento interior, como si se tratara de una llamada irresistible. También en Fátima sucedía, por ejemplo, que mientras Lucía veía y escuchaba, Francisco solo veía. Las locuciones fueron otro fenómeno significativo, con menos repercusión pública quizás pero no con menos fuerza de convencimiento para las propias niñas. Las cuatro vivieron en momentos distintos estas locuciones en las que escuchaban interiormente la voz del Señor o de María. Escribe Conchita en 1963, en un momento en el que ya se empezaron a asomar las dudas:
«Un día, estando en mi habitación, dudando de si vendría el milagro, oí una voz que me decía: «Conchita, no dudes de que mi Hijo hará un milagro». Esta voz la sentí en mi interior, pero tan clara como si fuera con los oídos, mejor aún que si fuera con palabras. Me dejó una paz y una alegría tan profunda…, mayor que cuando veía a la Virgen». En otro momento afirma: «Me gusta mucho ver a la Virgen; pero me gusta más que me hable interiormente, porque parece estar dentro de mí».
Evidentemente, acerca de todos estos fenómenos es normal que se presente en algún momento la duda acerca de la naturaleza de lo acontecido, más aún si voces autorizadas afirman una y otra vez la imposibilidad de tales fenómenos o, peor aún, los reconducen a puras anomalías psicológicas o a fallas morales y religiosas. “¿Me lo estaré inventando? ¿De dónde vienen estas voces? ¿Qué debería hacer? ¿Cómo no hacer sufrir a mis seres queridos? ¿Cómo sé que es verdaderamente la Virgen quien me está diciendo estas cosas?”, y así otra infinidad de preguntas que, como torbellino, giran constantemente entre lo evidente y la apariencia de irracionalidad.
b) La necesidad del discernimiento
En la vida espiritual son pocas las experiencias que puedan escapar de las objeciones, externas e internas. Lo que se presenta y se muestra debe ser adecuadamente acogido y discernido, con humildad y apertura, para que nuestras interpretaciones o pensamientos no se abran paso con precipitación. Ante el mismo Jesús había quien juzgaba rectamente y quienes, movidos incluso por el celo, solo eran capaces de proyectar su propia dureza de corazón: “Tiene dentro a Belcebú y con el poder del Príncipe de los demonios expulsa a los demonios” (Mc 3, 22). Si Jesús tuvo que padecer todas estas injurias e interpretaciones cuánto más nosotros tendremos que pedir sencillez de corazón para no vivir atropelladamente lo que Él nos regala. No hay que escandalizarse, por tanto, de la dureza con la que algunos puedan llegar a juzgar un fenómeno como el de estas apariciones (por ello la misma Iglesia no obliga ni siquiera a la creencia de manifestaciones perfectamente reconocidas), pero tampoco debemos escandalizarnos de las dudas o vacilaciones de unas niñas, lo cual supondría malinterpretar nuestra propia dimensión histórica y contingente y la forma misma en la que nos abrimos a Dios. Por ello, nuestra postura -ante la verdad- no puede ser esclerótica. Necesitamos mendigar y abrirnos paso entre múltiples apariencias para que “la verdad no cristalice en doctrina” (E. Mounier), para no utilizar la realidad o ciertos datos de realidad como pretexto para justificar nuestros prejuicios.
En el desplegarse histórico de las apariciones no hay que menospreciar la presencia de otros comportamientos psicológicos, así como decepciones o desilusiones, que pueden llegar a ensombrecer el fenómeno de las apariciones. Se conoce que Mari Cruz, una de las niñas, tuvo que atravesar este sentido de decepción, cuando cesaron para ella las apariciones; también las niñas tuvieron que enfrentarse a la desilusión de muchas personas, que vieron en lo escueto y «negativo» del segundo mensaje una prueba de su inverosimilitud. Es inevitable que esta tensión entre expectativas, cumplimientos y decepciones genere una duda razonable y, hasta cierto punto, totalmente normal. El relato que hace de esta lucha el padre Ramón María Andreu S.J., testigo de muchas apariciones, es tan duro como conmovedor:
«Me invadió de golpe, brutalmente, una integrísima amargura interior. Era como una mezcla de impresiones penosas y de sentimientos deprimentes. Me parecía que todo se dislocaba, como si todo se me derrumbaba. Acababa de entrar en un desierto moral. El pasado se embrollaba… Solo quedaba clara y evidente la muerte de mi pobre hermano, el P. Luis, poco más de dos meses antes. Luego, con lo que estaba pasando en los pinos, mi estado de sufrimiento interior no hizo más que empeorar. Creo que jamás, a lo largo de mi vida, he conocido una tal desolación… Sentí violentas ganas de marchar, lejos, a América. Y me decía: “¿Qué haces tú aquí? Esas niñas no son más que unas pobres enfermas. Y todo esto, una triste comedia de aldeanos retrasados….”.
La continuación de este relato es digna de mención, y corrobora no solo el contexto normal de dudas e incertidumbres al que estamos aludiendo, sino también la gracia vivida, capaz de disolverlas en un abrir y cerrar de ojos.
El mismo discernimiento era necesario para todos aquellos que se acercaban a estos fenómenos: ¿Es humanamente posible que esté sucediendo esto? ¿Cómo explicarlo desde un punto de vista perfectamente racional? ¿Cómo aceptar la veracidad de las apariciones si la misma Iglesia lanza un halo de sospecha sobre ellas? Son preguntas que cada persona debe abordar con seriedad.
c) La noche oscura
Son abundantes los testimonios de santos y grandes figuras de la vida espiritual que han tenido que abordar situaciones extremas de oscuridad, angustia o conciencia de sentirse abandonados. Dichas situaciones exigen un gran discernimiento y paciencia y de ellas nunca se deben sacar conclusiones precipitadas. Más allá de factores históricos y personales, que entretejen los caminos de nuestra sensibilidad y condición psicológica, y que pueden favorecer la aparición de dichas dudas y momentos de oscuridad, es claro que en la vida de muchos santos estas han sido no solo ocasión de santificación sino también queridas y propiciadas por el propio Señor. En este terreno paradójico, de gracia y sacrificio, de tensión entre la luz recibida en otro tiempo y de dolor por la ausencia, crecen frutos valiosísimos, no a los ojos del mundo, que lo toma como prueba negativa, pero sí para los que son sencillos de corazón. ¿No se vislumbra aquí en el fondo la contradicción del Viernes Santo y la victoria del Señor en la mañana del Domingo?
d) El papel de la memoria
Hay otro factor importante y es el de la memoria. Es necesario distinguir el fenómeno en su desplegarse, vivo, presente, de la reproducción del mismo que acontece en la memoria. Este vínculo entre el darse de algo, su desplegarse en el presente, -por un lado- y la memoria -por otro lado- no es algo importante solo en este ámbito específico que estamos comentando. La distancia que se establece entre lo vivido en su inmediatez y lo recordado plantea una cantidad muy importante de problemas y aspectos a tener en cuenta. Y esto tiene dos perspectivas: la primera, relativa a quien ha vivido ciertos fenómenos, digamos en primera persona; y la segunda, quien lo ha vivido como espectador. En uno y otro caso, inevitablemente, se dan distintas formas de recuerdo: palabras, sentimientos o vivencias que vienen a la mente, rostros, lugares, etc. Pero todo esto queda hilado en la conciencia a través de una suerte de reconstrucción, gracias a la cual todos esos datos no aparecen aislados sino que se presentan todos relacionados de manera coherente o, al menos, aludiendo a una coherencia elemental. Por ejemplo, se me puede venir a la cabeza una conversación, aunque no recuerdo exactamente el contexto o los contornos exactos de la misma. Al mismo tiempo, dichos recuerdos vienen acompañados de una certeza (“yo viví efectivamente esto” o “dudo de si viví esto exactamente de esta manera”), pero no siempre el grado de certidumbre es el mismo, ya que es normal que en la memoria se entrecrucen recuerdos de vivencias reales -por decirlo de una manera sencilla-, sueños, rememoraciones, junto con valoraciones y juicios de esas mismas reconstrucciones. Respecto de todo ello nos hacemos una idea más o menos completa acerca de la cual se termina consolidando una certeza (“fue así o asá”). Esta es la razón por la que no siempre es sencillo determinar si algo lo hemos vivido realmente o si ha sido fruto de una reconstrucción posterior, influenciada por otros recuerdos, palabras o testigos, que acaban dando una determinada forma a sucesos de otro tiempo. También conocemos perfectamente la sensación de haber modificado nuestra valoración sobre ciertos acontecimientos o personas. Es un proceso normal en el que paulatinamente, con más o menos acierto, tenemos que hacernos cargo de nuestra propia historia, tanto en la dirección de saber exactamente qué pasó, como en la de tener una valoración ajustada sobre ello.
Todas estas articulaciones -propias del fenómeno de la memoria- se dan cuando nosotros mismos hemos vivido algo en primera persona, pero también cuando vivimos algo como “espectadores”, cuando nos acercamos a ciertos sucesos sin haber sido protagonistas directos de los mismos. Evidentemente, hay muchas formas de “protagonismo”. En relación con los sucesos que estamos comentando no es lo mismo la posición de las niñas (que, a su vez, es distinta en cada caso) que la de los padres que, siendo testigos de primera mano, no fueron ellos mismos testigos directos en las apariciones. Lo mismo podríamos decir de otros testigos directos: algunos eventuales y otros mucho más constantes. Y así, esta distancia respecto de ciertos fenómenos se va ensanchando con el tiempo, hasta llegar a cada uno de nosotros, que -probablemente- sin haber vivido los acontecimientos de ese tiempo, tenemos una noticia de los mismos, alimentada inevitablemente a partir de ciertos testimonios, relatos, visitas y vivencias personales, que acaban dando forma tanto a una narración más o menos completa como a un determinado tipo de convencimiento: “creo que fue así”, o “creo que no fue así”, lo cual a su vez está atravesado por una cantidad importante de preguntas e incertidumbres.
¿Cuál es la posición adecuada a la hora de posicionarnos ante este mar de vivencias y recuerdos? En primer lugar, humildad para aceptar esta distancia respecto de lo vivido, que es lo que ya no vuelve, lo que quedó atrás. Es imposible tener una mirada omniabarcadora que nos devuelva exactamente todos los detalles, perspectivas e intensidad de dichas vivencias. En segundo lugar: humildad para juzgar el sentido de todo ello, intentando que nuestros prejuicios e ideas preconcebidas no tapen muy rápidamente los huecos de lo que no se nos presenta de manera clara. En tercer lugar: humildad para seguir revisando y estudiando sin detenernos en lo ya sabido y conocido. En cuarto lugar: humildad para acoger lo que Dios quiera mostrarnos y decirnos a través de ciertos relatos e historias, que con toda seguridad es más de lo que nosotros tendemos a aceptar.
El tiempo, que parecía enemigo en este recorrido, puede ser un aliado para fomentar en nosotros la espera, la acogida y la vigilancia.
4) El testimonio de miles de personas y los frutos de Garabandal
Evidentemente, las eventuales negaciones o palabras de las propias videntes tienen que ser contextualizadas teniendo en cuenta otros muchos testimonios y frutos producidos en el terreno fecundo de Garabandal. Por un lado, son miles los testimonios recabados durante los años de las apariciones en los que personas de toda clase y condición se vieron sumergidos en una corriente de gracia. Personas que sin saber nada ni tener grandes expectativas sobre dichos fenómenos llegaban a testimoniar cómo las niñas habían referido palabras de la Virgen que tenían que ver con aspectos íntimos de sus propias vidas; sacerdotes o religiosos que iban de incógnito y que enseguida eran “puestos al descubierto” por las niñas, sanaciones de distinto tipo que tuvieron y han tenido lugar, etc. No se podría abordar el fenómeno de las negaciones sin aclarar seriamente el origen de dichas gracias y luces, que no procedían de ninguna genialidad particular sino simple y llanamente del diálogo que unas niñas mantenían presuntamente con la Virgen María. En este página se pueden leer cientos de recuerdos, anécdotas y testimonios de múltiples testigos:
- Anécdotas: https://garabandal.it/es/que-es/anecdotas
- Entrevistas: https://garabandal.it/es/documentacion/entrevistas
- Testigos: https://garabandal.it/es/documentacion/los-testigos
5) El posicionamiento de la Iglesia
Es claro que el proceso eclesiástico que investigó en primera instancia las apariciones estuvo lleno de obstáculos, simplicidades e irregularidades importantes. Cuanto menos hubo precipitación en la declaración de varios obispos, habida cuenta de la escasez y pobreza de las investigaciones llevadas a cabo. El testimonio del Dr. Morales acerca de los límites del proceso y su propia retractación es digna de consideración.
No ha habido ningún pronunciamiento nuevo sobre el caso. La clásica denominación de “non constat de supernaturalitate” (juicio suspensivo) que aún tiene efecto sobre Garabandal, ha venido a ser completada con otra serie de sugerencias, de tipo pastoral. El Cardenal Martínez, prefecto de la Doctrina de la fe, se refirió a ello en una rueda de prensa (19 de septiembre de 2024) en la que dijo, en relación con Garabandal, que «si el Obispo no lo prohíbe completamente y deja lugar a la devoción privada, se trata de un «curatur». Por lo que se ve, es lo que ocurre en Garabandal, donde las personas van privadamente al lugar y luego, eventualmente, van a la Misa de la parroquia donde son acogidos».
Otras referencias de interés:
Testimonio del dr. Morales: https://www.garabandal.it/es/documentacion/para-profundizar/1258-la-retractacion-del-doctor-morales-segun-el-diario-montanes
La postura de la Iglesia: https://www.garabandal.it/es/documentacion/posicion-de-la-iglesia
Una reflexión sobre las negaciones:
Locuciones a Conchita:
https://www.virgendegarabandal.net/mita4.htm
La postura de los papas frente a Garabandal:
https://www.garabandal.it/es/multimedia/hemos-leido/300-garabandal-pablo-juan
El testimonio del padre Ramón María Andreu
https://servidor.hogardelamadre.org/es/que-es/anecdotas/1368-la-noche-del-p-ramon-maria-andreu
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!