Hace tiempo escuché el vídeo de referencia, del que más tarde encontré su soporte escrito (enlace). Se trata de un escrito anónimo de un monje cartujo.

La Orden de la Cartuja es una orden monástica fundada en 1084 por San Bruno. Se trata de una orden contemplativa semi-eremítica. El silencio y la oración, la soledad y la vida comunitaria, la pobreza y la austeridad, son todos ellos aspectos que vertebran su día a día.

¿Qué tiene un cartujo para mí? Más allá de su intercesión por la Iglesia y las necesidades del mundo entero, encontré sin buscarlo, una profunda correspondencia entre “Las puertas del silencio” que describen la vocación cartujana y lo que anhela mi corazón. Mi corazón desea este silencio, busca este encuentro con Dios, esa unidad e identificación con el Creador.

«Si el abismo te tienta, suplica al Señor que te envuelva en soledad, que te arroje en el silencio que Él habita y llena, donde Él se manifiesta. Por tu parte, esfuérzate en vivir así.

En cuanto te sea posible, con exacta obediencia y una perfecta caridad, evitarás estas cuatro cosas, los mayores obstáculos al silencio interior, y que vuelven imposible la contemplación habitual:

  • El ruido interior.
  • Las discusiones interiores.
  • Las obsesiones.
  • Las preocupaciones de ti mismo.

Hecho esto, ¡habrás franqueado las puertas del silencio!»

Y más tarde descubrí a los Padres del desierto, sus enseñanzas y un camino para purificar el corazón, custodiarlo y entregarlo.

¿No anhelo yo una oración sincera, una unidad profunda con mi Creador? Qué bálsamo encontrar armas para combatir, discernir y ahondar en este camino de purificación. Dentro de nuestros matrimonios, de nuestros trabajos, en el día a día fatigado. Un silencio como el del cartujo, en el mundo.

San Macario el Grande nos anima:

«Acércate a la oración, inspecciona tu corazón y tu espíritu y toma la resolución de hacer llegar a Dios una oración pura. Vela, sobre todo, para que no haya obstáculos a la pureza de tu corazón».

Retomemos el camino…

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