Sueño de nuevo por la mañana, decido descansar. Me viene bien. Laudes. Desayuno en silencio. Hay tensión y distancia. También hay alegría.

Viajes varios, sonreír en los trayectos, disfrutar, rosario, silencio.

Empiezo el trabajo tarde, pero contento. Sigo tendiendo a llenar mi pereza o vacío con el móvil o mal usando el ordenador. Pero mucho menos que normalmente. Diría que lo he utilizado poquísimo. Día fructífero.

Presto atención a algunos correos que me enervan. Intento pararme y no dejarme llevar por mi instintividad. A la vez soy demasiado transparente quizás. Digo todo tal y como lo pienso. ¿Demasiado vehemente y directo? 

Te pido Señor por la relación con mis amigos. Por los frutos de la relación con quienes me relaciono laboralmente y los pasos que he de dar a nivel laboral.

Encuentro con un gran amigo y compañero. ¿Qué alegrón? Hemos comido juntos. Se nos ha unido después otro compañero. Ha sido un regazo. Ver su alegría. Ver su alegría al verme.

Estás llegando a todos los rincones de mi vida y eso me da alegría.

Hemos estado hablando de nuestra situación laboral. Señor, muéstrame cómo hablar, cómo mirar a los demás.

Hoy me he visto con más tensión a estar custodiando el corazón. Pero no conscientemente más, naturalmente. Otro regalo.

Silencio y lectura del diario tras la comida. Breve oración.

Vuelvo a casa, pongo la radio 2 minutos, no la aguanto. Nada interesante ni atractivo. Vuelvo en silencio, con ganas de llenarlo. Al final pongo un video concierto de alabanza que termina en adoración. Me vuelvo a quedar petrificado. Qué gozada de video. Alabo un rato. ¡Qué atardecer!

Juegos por la tarde.

Dolor, espera. Y algo de desesperanza. Me mata un poco este ambiente. Cojo el móvil un par de veces. “Necesito” salir, no estoy cómodo. Todo te lo entrego Señor.

Renuncio al móvil y sus seducciones. Solo la herramienta quiero. Renuncio a cada mirada mal echada. A cada silencio que me ha aísla. Al ruido que me hace huir.

Toma Señor mi vida. Todo lo haces nuevo.