Todos, en su pequeño grupo de amigos, se pliegan sobre sí mismos de dos maneras; no hacen nada voluntariamente para agrandar el grupo y, dentro del grupo, no avanzan voluntariamente en la amistad ya adquirida. Así, con lo que se es y lo que se tiene, garantizamos nuestra propia seguridad. El místico, el peregrino, el pionero de la vida divina, debe ir más al fondo para encontrar a Dios en todos y en todo. Replegarse en uno mismo es seguir el rastro de una inclinación diabólica; en la dirección opuesta se encuentra la transparencia trinitaria de la plenitud de la vida de amor.
Van Broeckhoven, Egied. La amistad: Diario de un jesuita en la fábrica (1958-1967), Ediciones Encuentro.
Egied no se guardó nada. Estas palabras dan cuenta de una máxima sagrada para él. No se trata de un esfuerzo activista. Era sacerdote y monje, trabajador y contemplativo. Amistad y burguesía se repelen. Debemos ir más al fondo. ¿En qué amistades se da una auténtica trasparencia? ¿Qué amistades nos arrancan de nuestras pequeñas seguridades?
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