Ven Espíritu Santo. Inúndame de serenidad. Da paz a mi alma.

Esta noche hemos estado con unos amigos. Tal y como preveía ha sido convulso. Espero para bien. Creo que he dicho las cosas que tenía que decir. Es verdad que tanta violencia no sé si es necesaria. Dame luz para discernir el modo de estar con ellos. Y si nos tienen que acompañar ser dócil, humilde y sencillo. Para callar y para hablar.

Mañana voy con un amigo. Un lujo tener los amigos que tengo.

Al despertarme sueño, y he alargado el rato en la cama. Me ha venido bien.

Oración, rosario, una canción. Mirar al Señor.

He estado pendiente del móvil y de buscar distracciones. Pero mucho menos. Ha ayudado ordenar algo el día.

He estado pretendiendo demasiado de los que me rodean, pensando en mis quehaceres mientras estoy con otros. Seguro que viene bien dedicarles más tiempo gratuito, como el rato de fútbol que nos hemos echado.

Abrazos…

Silencio hiriente y desgarrador […].

Mi dureza. ¿Cómo tratar al otro?

Renuncio a esta agresividad. Especialmente cuando las cosas no van bien o se ha descuadrado la agenda, los planes o lo que sea.

Mirar a los ojos al otro. Pedirle perdón y, más que dar gracias, que también, recordar y enfatizar todo lo que el otro es y hace.

Toma mi corazón Señor. Guíame por el camino que no conozco.

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