Vuelve a mí este abismo de dolor. El filo en el que me muevo entre abismo y abandono qué fino es. Quiero dejártelo todo Señor, todo este dolor, mi desesperanza conviértela en anhelo de Ti, mis pensamientos, mis temores, mis incoherencias, mis debilidades y límites. Todo te lo entrego.
Qué ganas tenía de un rato así.
Ven Espíritu Santo. Guíame.
[…] Hazme acoger y reconocer tus designios Señor. Que me pliegue a tu Voluntad con profunda alegría.
Acabo de estar releyendo páginas de anteriores diarios de años pasados.
“Vivir la vida como vocación”. Vivir todo como entrega. Qué camino se ha dado desde entonces. Tanta petición que se daba que ahora se sigue dando igual o más, pero, sin duda alguna, con una mayor certeza. Con una conciencia más llena de Cristo. Y cosas que no cambian.
Toma mi dolor, dame tu luz Señor. Te ofrezco mis heridas […] por todos los que sufren, especialmente en el alma.
Me propongo y te entrego un propósito para este mes. Escribir todos los días. Fijándome en qué cosas dejo entrar en mí. Renunciando a aquellas que me hacen mal o ni bien ni mal.
Señor, decido custodiar mi corazón. Vuelvo a empezar, una vez más esta aventura. Dame perseverancia.
Pido perdón por ceder a la desesperanza. Dame paciencia.
Demasiada atención al móvil, abrirlo mil veces para nada concreto.
Llenar sin contenido concreto los viajes en coche.
Oración, llamadas, canciones y algo de silencio. Enséñame Señor qué quieres de mí es esos momentos. Que seas Tú quien llene de contenido esos viajes.
Dios mío te necesito. No me sueltes ante este abismo. Condúceme a tu luz. Si te es agradable de todos modos este sacrificio tómalo.
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