Presentación de la obra de María Valtorta

La obra de María Valtorta, El evangelio como me ha sido revelado, constituye, a la par que un verdadero prodigio literario, una fuente inagotable de sabiduría debido a la magnitud de la composición y a la cantidad de noticias, anécdotas y enseñanzas reunidas entre sus páginas. Elaborada en apenas dos o tres años, los que median entre 1944 y 1946, a lo largo de sus diez volúmenes recrea –conforme al testimonio de su autora- la vida de Jesús de Nazaret a partir de una larga serie de revelaciones personales –casi setecientos «fragmentos» o «capítulos»- donde Valtorta ejerce, a través de su propia sensibilidad estética y de las categorías vigentes en su época, de mediadora necesaria para transmitir al hombre del siglo XX los hechos acaecidos en Tierra Santa hace dos mil años. En un penoso estado de postración, Valtorta escribe en sus cuadernos día tras día, a partir del Viernes Santo de 1943, lo que contempla y escucha en una larga secuencia de visiones que la trasladan al pasado para ser testigo directo de los acontecimientos. Con ello Valtorta cumple con obediencia –siempre según sus palabras- una fatigosa misión: dar cuenta con fidelidad y minucioso detallismo de unos sucesos que, en lo esencial, coinciden con lo narrado en los evangelios canónicos. Así, los sucesos recogidos por Mateo, Marcos, Lucas y Juan se ofrecen aquí, muy por extenso, a través de un relato unitario de extraordinaria riqueza y variedad donde cientos de personajes –cada cual protagonista de su propia «novela»- tejen un tupido entramado narrativo cuyo eje vertebrador es la figura de Jesús de Nazaret. A través de su magisterio, de su profunda humanidad, de sus gestos cotidianos y de sus incontables milagros, en suma, el lector de María Valtorta dispone de un valioso instrumento para introducirse en el misterio del Hombre-Dios y comprender su incidencia radical sobre la vida de quienes se encontraron con Él en un tiempo y lugar determinados.

El evangelio como me ha sido revelado –publicado originalmente con el título de El poema del Hombre-Dios (1956-1959)- ha constituido desde fecha temprana una obra controvertida y problemática para la Iglesia católica, pues sobre su ortodoxia se han vertido opiniones dispares, algo inevitable si se considera la osadía de su propósito. En efecto, hay quienes lo consideraron un texto erróneo y peligroso, lleno de incongruencias e impropiedades, que lo apartaban de la recta doctrina. De hecho, tras su temprana publicación fue condenado en el Índice de libros prohibidos del Santo Oficio (1960), abolido cinco años más tarde, si bien sus veredictos han conservado después su fuerza moral. Frente a estos se sitúan aquellos que han reconocido en su escritura la mano de Dios y su probable origen sobrenatural. Hacia esto se han inclinado no solo importantes biblistas, sino especialistas en astronomía o geografía de Tierra Santa que han confirmado la exactitud de sus observaciones, fuera por completo del alcance –por su precisión y acierto- de una persona enferma y postrada en cama hacia finales de la II Guerra Mundial. La muestra más tangible de esta opinión favorable llegó en febrero de 2002, cuando el obispo Roman Danylak aprobó y recomendó El poema del Hombre-Dios de Valtorta, dándole el Nihil obstat y el imprimatur, es decir, la confirmación eclesiástica de que no existía en ella nada que objetar con respecto a su ortodoxia y que, en consecuencia, se podía imprimir y leer sin escrúpulo. Al respecto, monseñor Danylak afirmó lo siguiente: «El nihil obstat y el imprimatur, con los que la Iglesia católica respalda los libros religiosos, era y es una prueba de la ortodoxia de la doctrina que le otorga a un libro. María Valtorta es una de las manifestaciones más extraordinarias del carisma profético en nuestros tiempos. Muchos consideran que es una de las místicas más grandes en la historia de la Iglesia».

Es preciso, por tanto, aclarar antes de pasar adelante que no existe un juicio unánime y definitivo sobre la obra de María Valtorta por parte de la Iglesia católica. Para quienes niegan su origen sobrenatural, pues, no pasaría de ser una reconstrucción personal de los relatos evangélicos -un texto de «ficción», al fin y al cabo- que estaría al nivel de tantas otras recreaciones literarias o cinematográficas sobre la materia. Por el contrario, para quienes reconocen en ella un texto verdaderamente «inspirado», la obra contaría con una autoridad superior, al servir entonces como fuente fiable para el conocimiento de Jesús de Nazaret y su doctrina, la Virgen María, los apóstoles y, en general, de la complejísima encrucijada histórica –política, social, cultural y religiosa- en que el Verbo de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros. Hallarse entre los primeros o los segundos, en definitiva, constituye –como la propia fe- un acto de libertad que, en última instancia, depende del fuero interno de cada uno.

Leído de un modo u otro, El evangelio como me ha sido revelado constituye una extraordinaria recreación de la vida de Jesucristo, de su predicación y de su misión salvífica en el mundo. Es, por tanto, un excelente medio para conocer su figura y penetrar en los misterios del Cristianismo. La extensión de la obra de María Valtorta y la acusada complejidad de algunos pasajes, sin embargo, dificultan el acceso a este sobreabundante corpus textual, de manera que son muchos los que por esta causa renuncian a su lectura. Es nuestro propósito, por consiguiente, ofrecer a través de distintas series de «fragmentos» o «capítulos» un selecto muestrario de su contenido que, por una parte, sirva para profundizar y meditar sobre algunos de sus pasajes más significativos y, por otra, actúe como reclamo para estimular un acercamiento más sosegado a este monumento literario. Para ello hemos empleado en cada secuencia –que presentamos bajo un título identificativo- un elenco articulado de «fragmentos» que han sido adaptados a un formato reducido con intención de favorecer estos fines. En esa labor de selección y edición hemos obrado con un amplio margen de libertad, con intención de componer escenas de una extensión moderada (pero de sentido completo) que, en todo caso, conserven la esencia del original. Junto a estos «extractos» de María Valtorta que nos facilitan la «contemplación del misterio» hemos añadido –según los casos- una «presentación del pasaje» o una «meditación» que ayudan bien a la contextualización del episodio en el seno de la obra, bien a profundizar sobre su significado para el hombre de hoy. Esperamos, en fin, que esta iniciativa contribuya a la maduración en la fe de quienes la secunden y promueva entre los fieles un mayor conocimiento de la obra de María Valtorta, de cuyos beneficios espirituales quienes impulsamos esta iniciativa  podemos dar testimonio.

Eduardo Torres Corominas

Otras entradas

Alberto Guerrero
0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.